En una tarde tan nublada como esta, con este fresco y
sentada al braserito, te entra una morriña enorme de esas vacaciones que
acabaron hace ya 35 días, cinco semanas…
Y remiras las fotos y empiezas a recordar…
Y aunque aún no estamos en fase de idealizar las cosas, sino
recordarlas como realmente fueron, no puedo
por menos que decir que han sido 9 días estupendos, ni muchos ni pocos, los
suficientes para tener ganas de volver a casa unos días y retomar vacaciones no
tardando mucho.
Este año, como el año pasado aunque en islas distintas, en
distintos archipiélago, he (hemos) tenido anfitriones de lujo que además de
sorprendernos con el conocimiento sobre las islas, hacían todo lo posible
porque estuviéramos a gusto.
No era mi primera visita, a Lanzarote, sino la cuarta, pero
siempre me moví sola, hice todas las excursiones habidas y por haber y como la isla es tan
pequeñita parece que rápido la has visto,la conoces entera… Y no deja de ser
verdad.
Pero quien vive allí conoce siempre algún lugar más que no
está en las guías de turismo y tiene su encanto.
Han sido unos días estupendos de la mañana a la noche en los
que incansables hemos hecho de
todo(o casi todo) y nos han pasado mil
peripecias.
Entre todas esas peripecias cuento incluso que una tarde a
la hora de coger el coche para volver de la playa a casa descubrimos que habían
desaparecido las llaves. Tras un intento de recuperarlas donde podían estar,
comprobamos para nuestro pesar que definitivamente no teníamos llaves del coche
y dentro del coche estaban tres de los
cuatro teléfonos que teníamos, y el otro juego de llaves del coche y de casa.
El panorama era poco halagüeño, pero nos lo tomamos a broma, Con el único teléfono
que teníamos, casi sin batería, conseguimos contactar con el seguro, que tras
varias llamadas decidió mandar una grúa, A aquellas horas, el coche lo llevaban
a un taller y al día siguiente intentarían forzar la puerta.
Y nosotros en la calle…
Pero como el mundo está lleno de gente buena aunque a veces
no lo parezca, el operario que vino se fue inventando historias hasta conseguir
sacar las otras llaves que estaban en una guantera encerradas, todo eso tras
dos horas de pelear con la ventanilla, comprobamos además que ninguno servía
para robar coches.
Aquello fue para
vivirlo…cuando nos vimos dentro del coche nos dio por reír…
Las llaves a día de hoy siguen sin aparecer…
En estos días hemos hecho algunos kilómetros para conocer la
gastronomía del lugar, hemos cenado en restaurantes curiosos y hemos probado
algunas cosas que antes nunca, unas típicas de la tierra y otras de comida
nacional e internacional, pero aun así, casi que lo mejor
ha sido estar juntos, porque nos hemos reído mucho…
Yo ya estoy con ganas de volver y no descarto hacerlo en un
futuro, aunque tengo pendiente otros destinos.
En fin…en una tarde asi, triste para los que amamos el sol,
estos recuerdos te dan vida.