Andaba
pensando hoy en cómo van cambiando las cosas, o mejor dicho en cómo vamos
cambiando las personas,.
El tiempo es
inexorable y pasa factura de alguna manera, aunque algunos nos resistamos a
reconocer que es así.
Y siguiendo
el hilo de mis pensamientos, llegue al momento en que intentaba entender cosas
de mi personalidad que han ido variando con los años.
He sido
siempre desde que me conozco, alguien a quien la opinión de los demás le era
muy importante, vital, diría yo.
Siempre
necesité el beneplácito de la gente en todo lo que hacía o decía para estar a
gusto.
En cosas de lo
más nimias, hasta en el hecho de cocinar, diariamente.
Siempre preguntaba
cómo estaba todo.
Y claro
está, todo eso puede conllevar a decepción y más que nada a ansiedad.
Eso, quema…
Estoy
convencida de que mi sobrino Álvaro tendría un diagnóstico para todo esto.
Pero como ya
decía, el tiempo, ese que corre siempre en nuestra contra, nos va enseñando
cosas, va calmando nuestras ansiedades y nos va marcando el camino para
distinguir lo que importa y lo que no.
Y en no
muchas fechas atrás he ido observando cómo la gente que me importa de verdad es
cada vez menos, a pesar de que conozca cada vez más ,y una vez descartados los
que me importan entre menos y nada ,a
quien realmente me merece la pena satisfacer es a los que me interesan de
verdad.
Y, oye…como
que me voy estresando menos cada vez.
Me consta que
algunos comportamientos van implícitos en la idiosincrasia de cada una,
pero al relativizar las cosas con parte de tus semejantes, se minimiza el
problema un montón.
¿Alguien se
siente reflejado en la descripción?
Seguro que sí
No soy un
bicho raro y esto ya digo que tiene un nombre y lo padece más gente…
En otro
momentos hablaré de otras manías, tengo muchas más…