Los tiempos no pintan bien, lo mires por donde lo mires... y otra cosa es que una intente levantar cabeza como puede y por donde puede, pero a pesar del ejercicio de buena voluntad, hay detalles que rompen las buenas intenciones de recuperarse y cantar alegremente como si nada pasara.
Y mira que voluntad de hacerlo , la hay!
Pero cada día es más difícil.
También es verdad,
que no es sobre mí, sobre quien quería escribir, sino más bien sobre lo que me
rodea.
Y sobre todo quería hacer hincapié sobre el derecho que
tenemos los humanos, cuando las circunstancias no nos son favorables, a
rompernos, a quejarnos, a callarnos o a gritar, a decir improperios , a llorar
a chorro abierto y hasta a contradecirnos nosotros mismos.
Aunque no quería hablar de mí, tengo que personalizar
algunas cosas.
Y es que hablo de lo
que me rodea, de mis vivencias personales, que no de mí exactamente…
Solemos compadecernos
con frecuencia de quien lo pasa mal.
. Pero tendemos a atosigarlos con nuestras preguntas, en la
mayoría de las ocasiones, nacidas de un sincero interés por esa persona , en otras,
y en algunos casos, pocos pero reales, por puro morbo. Afortunadamente son los
menos, y con el tiempo me he dado cuenta de que la empatía funciona cada día
más y mejor, y empezamos a respetar los silencios, ausencias y llantos.
En ocasiones, las palabras, escuetas muchas veces, nos dan la vida, porque hay que vivir la historia desde las dos partes. El derecho a saber y el derecho a callar van de la mano y a veces se solapan uno a otro.
Vaya por delante mi inmenso respeto por el que sufre y
prefiere callar, por el motivo que sea, en infinidad de ocasiones por miedo a
verbalizar una situación, o por el hastío que supone estar constantemente dando
explicaciones, así como por quien prefiere contarlo todo con pelos y señales.
Nunca nadie debería entrar a debatir siquiera lo que cuenta,
lo que dice y como lo dice.
EMPATIA, esa es la palabra, cuando el cariño, quizás por
excesivo, no es suficiente.
Y digo que no es
suficiente porque el cariño te martillea
el cerebro, y se hace, te hace preguntas que esperan una respuesta cargada de
detalles.
Y cuando eso no es posible, porque no es lo justo para quien
tiene las respuestas, es donde tiene que entrar a formar parte del juego la
EMPATIA.
Y este es el dilema que me lleva comiendo el tarro
últimamente, horas y horas de mí día a día.
Mi constante lucha por lo que sé y por lo que me gustaría saber, lo primero duele, y lo segundo te llena de incertidumbre.
A su tiempo, con tranquilidad, poco a poco…son mis frases
favoritas en los últimos meses, casi años…
Vendrán tiempos mejores….