sábado, 3 de septiembre de 2016

Quien se aburre es porque quiere.

Si le quitamos la connotación sexual  que la palabra “voyeur” tiene, yo sería una firme candidata al título de voyeurista mayor.
 O si no, a ver, otra forma de decirlo es que soy observadora, pero la definición me parece escasa, incompleta, yo me siento más…lo otro.
 Me encanta observar siempre, pero sobre todo donde hay aglomeraciones de gente.
Aunque   lo que realmente me gusta es irme fijando en cada uno de las personas, individualmente, no en el conjunto y a veces incluso inventarme una vida para ellas, o imaginarme que va a pasar después
de ese instante…cosas…
Tengo historias que podría contar, si tuviera la capacidad de relatarlas como es debido…! un montón!
 Me encantan las estaciones  de trenes y autobús, donde la gente va con prisas casi siempre, las colas de los cines y las puertas de las Iglesias en bodas y otros eventos y  sobre todo adoro los aeropuertos, sería capaz de soportar un overbooking de infinidad de horas sin aburrirme, seguro que le sacaba cantidad de  historias.
Pero hoy voy a ir a la más reciente, aunque no es la única que tengo de esos lugares.
Veinticuatro horas en la cama de la sala de observación de un hospital, era un caramelo para mí en ese sentido (Y solo en ese, os lo puedo asegurar).Ver ese trajinar de profesionales a veces pausado, a veces raudo, dependiendo del momento, y empezar a “maquinar” todo es uno, pero si además , en las camas más cercanas a la tuya vas descubriendo que hay historias, que  antes de que empieces a soltar la imaginación, ya vas captando , porque es inevitable que en tan pocos metros no te enteres, sin preguntar de lo que hablan con sus familias, de sus conversaciones  por móvil, de lo que los médicos van diciendo, casi de cada resultado, peo no es eso lo que me importa, eso está ahí, pero solo es un añadido mas a la historia.
En estas veinticuatro horas, vi pasar a Paquita, que se alegro en el alma que le dijeran que tenían que operarla de urgencia de un hematoma( imagino que sería algún coagulo) en la cabeza, y se sintió aliviada cuando se lo dijeron, porque ella, que llevaba su pañuelito en la cabeza temía que fuera algo relacionado con su enfermedad y no , no lo era, y es que deduje, que ya estaba saliendo de ella, cuando se tuvo que quitar el pañuelo , me lo pareció , y no quería vuelta atrás. Bonita cara la suya, entrañable, no emitió ni una queja en ningún momento, solo quería que avisaran a su hermana  de la urgencia de la operación.
 Pasaron más gentes por aquellas camas, Fátima, una abuelina que no hablaba español, a la que le había dado un ictus y  llevaba su cabeza cubierta con lo que deduje que eran unas gasas ( la norma dentro de la norma)Y que agarrada a su barandilla, me miraba, estoy segura, que sin mirar y me hablaba, en la distancia, O aquella otra que a pesar de ser mayor, nunca había estado en un hospital, y cuando se vio sola, sin su hija , se puso tan nerviosa que empezó a gritar y tuvieron que llamarla y dejarla pasar; Inspiraba ternura, ella, y ¡que demostración de paciencia y cariño la de su hija!
De todas estas personas, en mis horas muertas, hice mis propios personajes, e imagine sus vidas, “sus otras vidas”, esta eran las de verdad, las que estaban ocurriendo
No podría describir a todos y cada uno de los que pasaron por allí, porque ha sido un intensísimo día, de entradas y salidas. Pero que los novelistas de temas relacionados con la medicina, tienen allí, un filón. Seguro.
Para otra ocasión dejare mis “personajes” de autobús…por ejemplo…

Amenazo con hacerlo!!!!


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