domingo, 10 de septiembre de 2017

La visita Prometida.

Cuando hace meses decidimos “cumplir nuestra promesa de visitar a la amiga que vivía en Mallorca” y empezamos a preparar el viaje, no imaginábamos que iba a ser así.

Nuestra función era un poco exigua, ya que una vez sacados los billetes de avión (lo hicimos hace casi cinco meses), nuestra única preocupación era si nos cabía en la maleta todo lo que queríamos llevar sin tener que facturar.

 Desde el otro lado del charco las indicaciones eran las de  de llevar lo mínimo…

!vamos, que por poco nos vamos con lo puesto!!!

Y casi  así ocurrió, porque lo que no podía faltar en nuestra maleta era un trocito de la tierra, traducido en chacinas para  que pudiéramos disfrutar allí de ellas todos juntos.

 He contado en alguna ocasión que viajar con esta gente es una gozada porque nos respetamos, nos queremos y nos adaptamos unos a otros, el resultado es siempre satisfactorio.

 

Nos recibió un tiempo maravilloso, contra todo pronóstico, y un programa de vacaciones hecho con sumo cuidado atendiendo a lo que queríamos hacer, además de disfrutar juntos unos días de vacaciones, queríamos conocer usos,
costumbre y paisajes, ya que teníamos tan buenos guías, y por supuesto nos moríamos por degustar comidas típicas, sin las indicaciones que reciben infinidad de turistas, sino bajo los criterios (sabios criterios) de quien conoce la isla después de 30 años allí.

Y empezó nuestra aventura-
Yo soy incapaz de definir con menos de cien palabras como han sido estos días, en los que hemos estado desconectados del mundo y la única información que recibíamos era la que aportábamos nosotros a nuestros debates – maravillosos debates- en los que pretendíamos arreglar el mundo, siempre compartiendo alguna copa en algún lugar ideal.

¡Cuántos sitios bonitos hemos conocido! Algunos en los que no te podías permitir el lujo de pasar de una copa…pero nos daba lo mismo, con una era suficiente.

 Hicimos nuestra la máxima de calidad antes que cantidad.

Ya desde nuestros desayunos, el día empezaba a pergeñarse y todo iba sobre ruedas.

 El itinerario estaba bastante marcado, pero había opciones de cambio siempre, un margen a la improvisación…

Creo que vuelvo –volvemos- de Mallorca –e Ibiza- con mucha mas información sobre la idiosincrasia de sus habitantes que muchos mas de los que visitan la isla y solo buscan Ocio y descanso…Nosotros lo del ocio lo hemos hecho bien, el descanso, digamos que lo hemos traducido en un “cambiar de hábitos, ya es descansar”

He conocido calas solitaria, estupendas, alguna nudista donde nadie dá importancia a nada, tanto si llevas como si no llevas ropa.

He comido y cenado en sitios donde los platos típicos de Mallorca, son tal y como se hacen en la cocina tradicional del lugar.

 He subido escaleras como una loca, y he hecho kilómetros andando de un sitio a otro. He visto puestas de sol impresionantes y me he metido un poco en el ambiente “guiri” bailando en discos que casi solo frecuentan ellos en esta temporada.


Hemos bailado como  locas en la cubierta de un barco poco después de las  8 de la mañana, después de ver amanecer, y soplando un viento que  no molestaba, se agradecia…

Todo estaba preparado por unos magníficos anfitriones que no han escatimado en nada, para que nos sintiéramos como en casa.
Pero creo que lo mejor de todo es saber que estás con gente que se preocupa de que los demás disfruten.

En todo momento.

Esta experiencia, amigas, hay que repetirla…

Sigamos cambian
do de ciudad, buscando siempre aeropuertos distintos, pero disfrutando juntas.

Podría añadir infinidad de cosas, pero esto mejor, por fascículos…

Deseando de que llegue la próxima ocasión.


Fue maravilloso, gracias a todos…-












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