domingo, 15 de septiembre de 2013

EL MAR, LA MAR...

…Te vas Alfonsina…
Una voz antigua de viento y de sal
Te requiebra el alma,
Y te está llamando
Y te vas, hacia allá como en sueños
Dormida Alfonsina, vestida de MAR.
Esta es una estrofa de una canción que cuenta una historia triste, la del final de la poetisa mejicana Alfonsina Storni, que acabó su vida adentrándose en el mar a pie, hasta desaparecer.
Es la canción que con frecuencia cuando alguien agarraba una guitarra y empezaba a rasguear, nos cantaba Carmen Santibáñez, con una voz preciosa, llena de matices de una dulzura extrema y que aunque hace años que no oigo, espero que la conserve, es la canción que le pedíamos que nos repitiera una y otra vez, hace ya algunos, bastantes años.
Y viene a cuento porque es la canción que se me vino a la cabeza la primera vez que me vi frente al mar, y me sigue ocurriendo cada vez que tengo ocasión de volver a disfrutar de él de nuevo.
Aunque a mí no me ocurre como a ella, Alfonsina, sí que me llama el mar, me atrae y lo explico.
La gente de mar, no solo los que viven de él, sino cerca de él son incapaces de vivir durante mucho tiempo sin que el liquido elemento les rodee , cuando por distintas razones , cambian su lugar para vivir, sienten la imperiosa necesidad de volver al mar,
Los que somos de tierra adentro, nos dividimos entre quienes utilizan el mar como un lugar al que ir de vacaciones, unos días al año, unos paseítos, un baño, y broncearse un poco, y los que daríamos cualquier cosa por vivir cerca del mar o al menos poderlo ver con frecuencia, es decir, que parecemos marineros de pro.
A mi es que con el mar me pasa como con la Aspirina, no le veo más que ventajas y ninguna contraindicación, prácticamente, me resulta beneficiosa para todo.
Yo admiro al mar, en verano y en invierno. Me parece la mejor cura antiestress. Sentarse sencillamente y perder la mirada en el horizonte es una sensación indescriptible, oír el murmullo de las olas, pasear descalza por la orilla…no tiene precio. Jugar con las olas cuando ya llegan mansas a la orilla y dejarse acariciar por los rayos del sol, al amanecer, cura las heridas del alma, y mejora la circulación sanguínea.
El agua salada, impregnada de yodo es un claro beneficio para infinidad de problemas dermatológicos.
Una vez expuestos los beneficios del mar, no voy a negar que también pueda tener algún que otro inconveniente, pero, no estoy dispuesta a verlos, porque no quiero entorpecer la fascinación que me provoca, cerrar los ojos y sentir que estoy frente a el


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